Con la disponibilidad de nuevas tecnologías, surge la lluvia de beneficios de cada aplicación que se crea, lo cual nos abruma, en mayor medida a unos que a otros.
En el caso de lo que se refiere a la escritura, lo primero es tener una inspiración, la cual es una frase, un sentimiento, un recuerdo, y lo importante es registrarlo. Lo más tradicional es hacerlo en un papel, lo cual genera el problema de que se puedan perder, entonces se utiliza un cuaderno para tener todo allí registrado, pero en la medida en que se va llenando, se requiere un sistema de registro que permita el acceso a lo que se ha escrito sin necesidad de recorrer todas las hojas, que de hecho resulta de las experiencias mas interesantes para quien lo hace. Entonces, podemos encontrar muchísimas opciones de con qué escribir, y de lo que más me ha impresionado es las opciones que se tienen en cuanto a papel y cuadernos se refiere: papel con puntos; de distinto grosor; que funciona mejor con un lápiz; y hasta cuadernos reutilizables que con una aplicación registran su contenido en «la nube».
En mi caso, vivo probando opciones de manera regular, buscando tener mayor eficiencia en esta obsesión de escribir. Mi base siempre ha sido papel y lápiz, pero me entra el pánico al pensar si se pierde algún cuaderno de los que voy llenando, de manera que he ido probando distintas opciones. De las mas recientes fue utilizar mi Ipad con el Apple Pencil para escribir directamente en una aplicación (Goodnotes), lo cual por un tiempo fué interesante, pero no terminó de convencerme. Para registrar las ideas he venido utilizando Evernotes, que permite definir la estructura que uno quiera, siendo una opción buena, pero con algunas limitaciones desde mi punto de vista; y recientemente decidí trabajar directamente en una aplicación para escritura, Scrivener, que ha resultado una de las mejores decisiones que he tomado. Así estuve por un tiempo escribiendo directo en la computadora, pero no terminaba de fluir la inspiración a pesar de todo el sistema que tengo, de manera que hice una introspección introspectiva (me senté a ver que carajo me pasaba, pues!), y llegué a unas observaciones bien interesantes.
Un punto fundamental fue que después de pasar 12 horas (o mas) trabajando en la computadora de la oficina, termino con un agotamiento en la vista terrible, de forma que se me hacía muy incómodo el sentarme a escribir; además, vi que al escribir a mano, esa actividad física me ayudaba a relajarme, además de recuperar la forma de mi mano totalmente adaptada a la del ratón. Para mi definitivamente no hay nada como escribir a mano. Recuerdo el tiempo que pasaba mi papá escribiendo sus diarios, por lo cual heredé la pasión por las plumas fuentes. Además que no hay nada que se compare con esa sensación que me produce la acción física de escribir, con la cual se van transformando las hojas donde lo hago, cambiando su textura, el sonido que producen, el peso… Eso me hace tener lo que es de mis tesoros mas preciados que son todos los cuadernos que voy utilizando, los cuales mantengo siempre a la vista como un recordatorio de todo lo que contienen, y todo lo que me falta por escribir, pero precisamente estaba el tema de que no puedo cargarlos conmigo siempre, y digo «estaba» porque comencé a aprovechar las tecnologías para poder lograr ese anhelo: lo que hago es digitalizar cada página y guardarla en una aplicación que se sincroniza con la nube, de manera que no solo tengo acceso desde cualquiera de mis dispositivos y en todo momento, sino que además esa aplicación cuenta con interpretación de escritura, de forma que puedo hacer búsquedas por palabras a pesar de estar escritas a mano, lo cual funciona suficientemente bien. Y finalmente, en el Scrivener voy generando los proyectos de libros en los que estoy trabajando, lo cual es una herramienta espectacular para esa actividad, y el hecho de transcribir me hace revisar y corregir en una versión inicial los borradores, lo cual espero que en algun momento me ayude a terminar lo que tengo en mente.
Pero, para que toda esa tecnología funcione, hay una sola cosa que debe suceder: escribir! de manera que independientemente de donde, cómo y por qué, el esfuerzo mayor y que debe ser el objetivo único es escribir. Afortunadamente el otro tema que me abruma es todo lo que se me ocurre, las ideas, los momentos, las fotos, todo termina siendo un motivo de inspiración, que termina convirtiéndose para mi tranquilidad, y que me permite relajarme al verlo «en blanco y negro».