
Todos somos productos de haber ganado la competencia de la gestación, y a lo largo de nuestras vidas el competir es una acción permanente. Sabemos que en unas oportunidades ganaremos así como en otras no, y en ese proceso, en el ámbito de una competencia «sana», el mayor beneficio es la oportunidad de alcanzar nuestro mayor y mejor potencial y compartirlo con todos. La competencia es la base de la excelencia, y su objetivo es elevar el rendimiento tanto individual como colectivo, pero en éstos tiempos modernos nos llevan precisamente a un nivel de competencia que yo veo como que se aleja de lo «sano», ya que la competencia termina siendo vacía, sin un beneficio claro para nadie.
Warren Buffett recomienda leer 500 páginas por día «porque así es como funciona el conocimiento: se acumula de igual manera que el interés compuesto«, pero con toda seguridad la lectura que hace es lo que yo llamaría «normal», al ritmo que ha desarrollado y con la intención de aprender, pero esto parece haberse convertido en una competencia por simplemente mostrar quien lee más por lo que se llega al punto de usar audiolibros para escucharlos a velocidades de hasta 5x «para consumir mas en menos tiempo». Así, vemos como la gente paga para tener seguidores, hace cualquier cosa por obtener «likes», y por supuesto usa todos los medios posibles para compartir esos «éxitos». Y esto lo sé porque yo mismo me autoflagelo por los mensajes que me da el «reto de lectura» del año de que voy atrasado… pero atrasado contra qué?
Al final, el gusto de lo que hacemos debe ser algo tangible para nosotros. La competencia tiene que ser precisamente no contra algo o alguien, sino en pro de lograr una meta, pero una que nos llene, que nos haga mejorar a nosotros así como a todos a nuestro alrededor. Ser competitivo para nada es malo, y como todo en la vida, lo que hace la diferencia es la intención.