Fernando J. Castellano Azócar
Una vez Scout, para siempre Scout…
Hay momentos que te marcan sin que en ese instante lo sepas. Años después, cuando miras atrás, descubres que allí nació algo que te acompaña toda la vida. Para mí, uno de esos momentos ocurrió cuando era Subjefe de Patrulla en los Scouts en una excursión de barras blancas.
Mi papá fué Scout, y por ello siempre buscó que mi hermano y yo lo fuéramos también. Así, ingresé a la tropa, que está compuesta por Patrullas. La nuestra: COBRA!.
Cobra! Cobra! Cobra!
sssssss sssssss ssssss
En los bosques estaremos
A los hombres picaremos
Animales comeremos
Cobra Siempre! Cobra!
Nuestra patrulla estaba conformada por 8 miembros incluyendo al Jefe de Patrulla y al Subjefe. El primero es el líder del grupo, responsable de coordinar actividades, representar a su patrulla y fomentar el espíritu scout entre sus miembros; el Subjefe apoya al Jefe y lo reemplaza cuando es necesario; y el resto de los miembros asumen distintos roles (cocinero, secretario, intendente, etc) según la necesidad. Esta estructura busca un equilibrio ideal:
- Lo suficientemente pequeña para que todos puedan participar y conocerse bien.
- Lo suficientemente grande para dividir responsabilidades y organizarse de manera autónoma.
- Fomenta el liderazgo juvenil: los jefes y subjefes de patrulla lideran, organizan y toman decisiones.
- Favorece la autonomía y la cooperación: la patrulla es una unidad semi-independiente.
- Responde al principio de “educación por medio del grupo pequeño”, uno de los fundamentos del método scout creado por Baden-Powell.
Entre los niveles jerárquicos estaba la Reunión de Barras Blancas, en la que estaban todos los Jefes y Subjefes de patrulla con el Jefe de Tropa, y en la que se trataban temas importantes para todo el grupo. De vez en cuando se hacían excursiones solo de Barras Blancas en las que el nivel de responsabilidad era un poco mayor ya que aprendíamos a liderar nuestras patrullas, y en una de esas excursiones fué cuando sucedió este evento tan importante en mi vida.
Tenía no mas de 11 años, al igual que mis colegas barras blancas, pero ya cargábamos sobre los hombros pequeñas grandes responsabilidades. En esa salida el grupo debía atravesar una zona complicada y que solo se podía utilizando una soga. Era un lugar muy elevado con un gran desnivel y el terreno era inestable. Nuestro Jefe de Tropa me señaló y dijo con total naturalidad: “Tú colocas la cuerda y haces el nudo que se requiere”.
Parece poca cosa. Una soga y un nudo. En todas las prácticas hacíamos nudos y nos enseñaban cuando era preferible usar cada uno. Era una práctica común y recurrente, pero en éste caso ese nudo era el que iba a sostener a todos los que me acompañaban incluyéndome a mi. Si lo hacía mal, si dudaba de cual usar, si apretaba poco… alguien podía caer. Así de simple.

Respiré. Seleccioné el nudo. Recordé las prácticas, las correcciones del Jefe de Tropa, las veces que el nudo me había salido bien y las veces que no. Y lo hice. Revisé, ajusté y me aseguré. El primero cruzó. Luego otro, y así, uno a uno, todos pasamos.
Nada se rompió. Nadie cayó. Pero yo ya no era el mismo.
La Barra Blanca no era un adorno
Ser Subjefe de Patrulla no era un título. Era una promesa silenciosa de estar atento, de cuidar al grupo, de aprender a liderar con hechos más que con palabras. Era entender que a veces no te toca brillar sino respaldar. Que no lideras porque lo dices, sino porque otros confían en ti en los momentos clave.
En esos tiempos no usábamos frases como “liderazgo colaborativo” o “gestión del riesgo”. Pero las vivíamos. Aprendíamos haciendo. A veces, como en ésta ocasión, sin margen de error.
Una enseñanza que cruzó conmigo a la adultez
Hoy que tengo la oportunidad de liderar equipos y que participo en decisiones importantes, me acuerdo todo el tiempo de ese nudo. Del silencio antes del cruce. Del peso real de la responsabilidad. Porque no ha cambiado mucho: sigo tomando decisiones de las que dependen otros, sigo anudando con cuidado, sabiendo que la confianza del equipo está en juego.
Aprendí que no hay tareas pequeñas cuando se trata del bienestar de otros. Que a veces liderar es simplemente asegurar que la cuerda aguante. Y que, incluso en la sombra del Jefe de Patrulla, se puede dejar una marca profunda simplemente si uno entiende el valor de hacer bien su parte.
Porque al final no se trata de cuantas barras lleves, sino de cuánto pueden confiar en tí quienes te acompañan.



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