
Muchos hemos tenido la oportunidad de enfrentar el momento en el cual debemos decidir qué vamos a estudiar, un momento que viene gestándose prácticamente desde que nacemos.
Cuando se va a ser papá ya comienza uno a pensar en qué quiere que sea cuando crezca ese hijo o hija como parte del proceso infinito de expectativas impuestas. Luego cuando uno nace comienza a pasearse por todas las cosas que le van gustando, en mi experiencia, ser policía, bombero, militar, médico, que al final son profesiones que cuentan con elementos visuales que llaman nuestra atención como lo son los uniformes, las armas, los carros, las herramientas. Luego ya mas avanzado en edad comienza uno a estar expuesto a la necesidad que tienen de que uno “sea algo en la vida”, de manera que se deben enfrentar ciertos conceptos de éxito medidos en términos económicos lo cual implica que se debe ser alguien que gane dinero: Ingeniero, Abogado. Y la decisión es importante tomarla de forma temprana ya que incluso el proceso de preparación, es decir, la elección de los institutos donde se irán atendiendo los distintos niveles, dependerá de lo que se quiera hacer. Si se va a ir uno por la parte de Ingeniería hay que buscar donde sean fuertes con las matemáticas, y asi sucesivamente. Pero en pocas oportunidades nos preguntan lo que queremos, muchas veces excusados en el hecho de que alguien de 15 o 17 años no puede saber lo que quiere en su vida.
En mi caso el sistema educativo me hizo pasar por las manos de “guías vocacionales”, quienes realmente no aportaron mucho al pretender definir el futuro de cada quien basados en los comportamientos y habilidades promedio, y realmente mi mamá definió que tanto mi hermano como yo seríamos Ingenieros, así que no hubo muchas opciones. A mi en lo particular me llamaba mucho la atención lo que funcionaba de forma eléctrica o electrónica. Me encantaba hacer circuitos, inventar soluciones que incluso en algunos casos casi quemaron la casa donde vivíamos, por lo que decidí que iría a una Escuela Técnica donde obtendría una base muy sólida que me impulsaría en mis estudios posteriores de Ingeniería Eléctrica, pero en esos días comenzaban a salir las computadoras y mi papá me orientó para que en lugar de Ingeniería Eléctrica estudiara Ingeniería de Sistemas. Su enfoque fue muy bueno, pero totalmente equivocado ya que la Ingeniería de Sistemas, al menos la que yo estudié, no tenía nada que ver con las computadoras, pero igual me llamó la atención la idea y corrí con la gran fortuna de que me terminara gustando lo que había elegido.
Hoy en día la situación es totalmente contraria a lo que era en mi juventud. Luego de las experiencias que hemos vivido los papás y las mamás, nos preocupa más que nuestros hijos sean felices por lo que ya no buscamos obligar a que sean lo que nosotros seríamos, además de que hay toda una gran cantidad de oficios y profesiones que muestran que para ser exitosos no se necesita una profesión en particular sino las ganas de hacer lo que uno quiera, lo cual lleva a otro punto muy importante que es la intolerancia al fracaso.
En mis días el fracaso era una causa de muerte. Que uno comenzara a estudiar una carrera y por cualquier razón se cambiara era una falla mayor. Incluso quienes se cambiaban de trabajo eran mal vistos por inestables y otros epítetos. Por todo ello era una gran presión el decidir qué estudiar y en qué trabajar, pero afortunadamente todo eso cambió.
Lo que debe guiar la elección de una carrera es lo que en el momento a uno lo haga sentir bien. Yo insisto en que es imprescindible estudiar ya que actualmente el proceso de formación académico está muy normalizado y en cualquier carrera que se elija se obtendrá lo necesario para emprender cualquier iniciativa. Lo que le digo a mi hija es que debe elegir lo que le llame la atención, y ser constante para terminar sus estudios. Si algo me da mi experiencia es que yo actualmente vivo de hacer algo que jamás pensé que terminaría haciendo, así que lo que se estudia no es más que una base que se tiene, ya que al final se terminará siendo y haciendo lo que la vida decida.
Recuerdo que un amigo que tuvo a su hijo me decía que él iba a ser pelotero, Grande Liga, y que con lo ganaría los mantendría a todos. No sé que fue de ese caso y no veo en ningún equipo a nadie con su apellido, pero lo importante es que nuestro deber es abrir las opciones para que nuestros hijos elijan lo que deben hacer, y orientarlos en el camino. Lo que hicimos o dejamos de hacer no puede terminar siendo lo que marque el destino de nuestros hijos. La vocación sólo se descubre en el calor de la ejecución para lo cual se debe hacer lo que uno piensa que le gusta. Así, la oportunidad queda en manos de la suerte, pero siempre habrá la manera de comenzar una nueva carrera si es el caso.
3 opiniones en “La elección de la carrera que estudiamos: vocación o suerte? – (…de experiencia ajena)”