En un momento en el cual estuve pasando por una serie de situaciones complicadas en la oficina, de esas épocas en las que todo parece salir mal, a diario, un día me dije «esta como que es la oficina del demonio«, porque en ese momento se me ocurrió que, por todo lo que pasaba, él habitaba en mi lugar de trabajo. Luego, como siempre sucede cuando se es consistente, las cosas comenzaron a mejorar, en algún momento de calma me puse a pensar en el tema, y llegué a la conclusión de que estaba totalmente equivocado en mi percepción de que las cosas tendrían que salir siempre mal incluso para el demonio.
Si nos ubicamos en el concepto más generalizado del infierno, debemos considerar que es un sitio donde quienes llegan por toda la eternidad van a sufrir de las formas más terribles. Así, se supone que hay grandes pailas donde todo el tiempo se está friendo alguien; también se supone que hay quienes viven atormentados por un calor extremo, así como otros son torturados con distintas herramientas, tal como lo hacían en la época de la inquisición. Dada la cantidad de almas que se supone llegan a ese lugar, se requiere que exista un sistema muy eficiente funcionando, que permita asegurar que todas las almas pasen por todos los tormentos de manera equitativa, lo cual definitivamente, no puede depender sólo del trabajo del diablo, sino del equipo de colaboradores que haya seleccionado para tal fin. De esa manera, una vez asignadas las responsabilidades, cada quien se debe ocupar de su ejecución. Entonces, un día bueno para el demonio es cuando se han realizado todas las tareas, y se han atormentado en forma eficiente y efectiva todas las almas. Pero, imaginemos que a alguien se le olvidó ocuparse de mantener el stock de materia prima necesaria para mantener las altas temperaturas requeridas? Esto implicaría que no se podría lograr la eficiencia en la tarea principal a la cual se dedica el infierno. Si a eso se le suma alguna falla en el conteo de las almas, que no se haya controlado el flujo, y que se comiencen a ver algunas almas poco atormentadas, entonces se está en presencia de un muy mal momento incluso en el infierno. Entonces, pude concluir que no, no era que mi oficina estaba endemoniada, sino que simplemente era un día mas en la montaña rusa que implican las actividades que realizamos. No somos perfectos, ni en lo que hacemos, ni en lo que esperamos que nos suceda, por lo cual se hace imprescindible desarrollar una actividad que nos permita navegar en medio del mar de éxitos y fracasos que irremediablemente conforman nuestras vidas.
Cualquiera tiene un mal día en su vida. No está en nosotros la posibilidad de evitarlos, pero sí de decidir cómo enfrentarlos, y hacer lo necesario para llegar al siguiente, con la esperanza de que sea mejor…