NOS PATRIAE: el efecto "por ahora"


Quién le habrá escrito ese corto pero impactante discurso. Más importante aún, quien lo habrá obligado a decirlo…

Aquella noche me dormí temprano con el televisor prendido. Cerca de la medianoche, en alguna vuelta que dí, vi en televisión a Eduardo Fernández hablando junto con un grupo grande de políticos de la época. Ni siquiera me interesó saber que decían, aunque me pareció algo extraño. «Estos güebones» pensé, apagué el televisor, y me dormí. Luego, me desperté exaltado por los gritos de la gente en los edificios de alrededor, que se asomaban y gritaban «GOLPE DE ESTADO! GOLPE DE ESTADO!». Me desperté, y al prender el televisor vi lo poco que pasaban de lo que ocurría. Aún no contábamos con la disponibilidad de teléfonos móviles ni redes sociales, de manera que se trataba de esperar. Llegado el momento, apareció «el cabecilla», llenándonos con ese «por ahora».
En lo personal, más allá de lo que habían hecho, lo que me impresionó y capturó fué el hecho de ver a alguien que asumía su responsabilidad ante tamaña acción. El sólo hecho de aceptar su fracaso, definitivamente lo había salvado de una muerte segura. Luego de eso, participé activamente en muchas tareas relacionadas con ese movimiento, siempre inspirado en que en ese pensamiento estaba la salida. Y lo mejor era que contábamos con un líder en el que podíamos confiar, ya que llegado el momento estaba demostrado que podría reconocer las fallas, asumirlas y corregirlas, lo cual hacía que aquel «por ahora» se hiciera eterno.

El tiempo pasó, y aquel «por ahora» logró dejar de ser una promesa, para convertirse en prometedora realidad. Quienes pensamos, o mejor dicho creímos, que la Venezuela que aspirábamos finalmente surgiría basada en los conceptos de justicia social y desarrollo económico, nos convertimos en los más grandes cabrones de la historia de nuestro país. Cuando caímos en cuenta, ya no hubo manera de inocular ese efecto adormecedor de aquel «por ahora». Cada vez que surgía la duda, que se alzaban las voces, nos adormecían nuevamente con el «por ahora», con lo cual compraban y compraban más tiempo. Más tiempo que utilizaron en detrimento de la Patria y sus ciudadanos.

Ahora, 22 años después, escucho al Presidente relatar la situación que en aquel entonces inspiró la necesidad de revelarse contra ese sistema. Desigualdad social, corrupción, entrega del país, oligarquía fascista, desempleo, falta de seguridad social, altos precios… y pienso que es exactamente lo mismo que estamos viviendo ahora. Miento! no es exactamente lo mismo, porque ahora estamos peor. Peor, porque en estos 22 años se ha contado con el mayor ingreso petrolero de la historia; Peor, porque en estos 22 años el Gobierno ha tenido más poder «constitucional» que cualquier otro Gobierno de nuestra historia; Peor, porque los niveles de impunidad son tales que no hay pudor de ejecutar actos de corrupción de manera pública y notoria; Peor, porque jamás Gobierno alguno había entregado al país por tan poco. Y lo mas triste, Peor, porque aquel que surgió de su capacidad de reconocer el error cometido, y a quien se le dió la oportunidad de lograr por la vía legal lo que pretendió por la vía violenta, nunca tuvo la voluntad de corregir los errores que, como es perfectamente normal, cometió, dejando claro que aquella visión no fué nunca suya, y por supuesto tampoco de quienes lo han sucedido.

Aquel discurso no pudo ser de su propia inspiración. Aquel «por ahora» definitivamente fué un guión escrito por un genio anónimo que, de haber llegado a tener el poder que le dió a quien jamás creyó que llegaría a tenerlo, hubiese convertido a Venezuela en la potencia que sabemos podemos llegar a ser.

Imposible es no atreverse a mencionar el Santo Evangelio según San Mateo 7, 15-20:

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.


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