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Por: Fernando J. Castellano Azócar
La experiencia es uno de los factores más importantes para quien ejerce un rol de Liderazgo. El contar con resultados de situaciones atendidas en el pasado le permite extrapolar en función de las nuevas condiciones, para tomar decisiones que conduzcan a nuevos resultados. Y, la experiencia proviene de distintas situaciones, representando algunas de ellas hitos en nuestras vidas.
Tenía yo 6 meses trabajando en una nueva empresa, en la cual me tocó desempeñar distintos roles en ese corto tiempo. Al momento en que ingresé, se estaba dando la unión de la empresa con otras que conformaban un grupo, por lo cual se contaba con un conjunto de personas que lideraban la organización.
Tradicionalmente, la empresa trabajaba hasta el 15 de Diciembre, fecha en la cual daba vacaciones colectivas hasta la segunda semana de Enero. Como cada año, hubo una reunión de cierre al final del mismo, en la cual participó uno de los dueños. En función de mis responsabilidades, decidí trabajar unos días más con las actividades de cierre. Al día siguiente de la reunión de despedida, recibí una llamada de otro de los dueños, quien pedía detalles de algunos temas que estaban pendientes. Inocentemente, le comenté que por casualidad me conseguía en la oficina, ya que teníamos vacaciones colectivas, y yo solo estaba haciendo algunas tareas. Casi le dió un infarto al señor, quien reclamaba que en empresas como la nuestra, que prestaban servicio, no se daban vacaciones colectivas. Le expliqué que su socio había procedido como de costumbre en esa época del año, ante lo cual recibí un largo y enérgico discurso acerca de las responsabilidades de una empresa de servicio, para finalmente recibir una instrucción que ha sido de las más impactantes en mi vida profesional: se suspendían las vacaciones colectivas, y todos debían regresar a trabajar, o serían despedidos.
Luego de finalizar la llamada, me quedé un tiempo pensando en lo que acababa de suceder: Había recibido una instrucción que iba en contra de otra anterior, además de que no estaba de acuerdo con hacer que el personal regresara, pero las consecuencias eran igualmente aplicables para mi de no seguir la misma.
Llamé, uno por uno, a los miembros del equipo. A pesar de las quejas, casi todos aceptaron el requerimiento, excepto uno, quien planteó razones totalmente válidas, ante lo cual no pude más que insistirle que debía incorporarse, obteniendo por respuesta que nos veríamos en Enero.
Llegada la fecha en la cual se había establecido que nos reincorporaríamos de las vacaciones colectivas, apareció el joven que no había aceptado regresar. Estaba como si nada hubiese sucedido, por lo cual lo invité a sentarse conmigo, y le recordé de la llamada que habíamos tenido, así como de las consecuencias, por lo que todo estaba arreglado para entregarle su liquidación de forma inmediata. En ese momento ya no hablaba con el mismo que con seguridad y aplomo me había dicho que no le importaba lo que habían decidido. Por el contrario, se mostraba humilde, casi suplicando para que no lo despidieran, pero dadas las circunstancias, ya no había nada qué hacer.
Una de las mayores enseñanzas de esta situación, es que como Líder no se puede simplemente transmitir una instrucción. No basta con decir “es que es una instrucción de arriba”, sino por el contrario, se requiere asumir el Liderazgo, y convencido de las circunstancias, lograr que las cosas sucedan. Un Líder no puede ser un simple mensajero, sino por el contrario, debe encontrar puntos en los cuales apoyarse para no sólo transmitir el mensaje, sino con su ejemplo, mostrar lo que se espera que hagan los demás, quienes, si confían en ese liderazgo y lo reconocen como tal, lo seguirán efectivamente.